Mi tristeza es callada, abstraída y predecible; gusta de pasear por los mismos pasillos, de salir o entrar abriendo el mismo postigo como si fuera un castigo. Es de seguir la rutina, de vestirse con los mismos trapos, de tomar el mismo licor, de beber de la misma copa, aunque haya mejores y más limpias.
Mi tristeza va y viene, se santigua antes de entrar, pero por lo general se siente desnuda, excitada, caliente... mi tristeza es antigua. Más cuando viene; sabe de senderos y gusta de ir por la misma línea, besando la misma piel tomando su sabor y perfume. Mi tristeza sabe de oscuridad, sabe detenerse en el mismo lugar, siempre tibio y espeso, y en qué determinado lugar tomar el sol. Es caliente, es la tristeza del poniente.
A veces, mi tristeza es fría; por eso siempre me pide que apague el fuego o que la queme, que la funda en oro y plata o la deje envolverse entre las sábanas, en la dureza de mi deseo y en la desesperación.
Después se queda quieta, tendida de espaldas, reposa con los ojos cerrados y los senos expuestos cayendo sobre la misma piel; no habla, no se mueve, no se agita... sólo suspira.
La veo en silencio, luego veo el techo... Mi tristeza es mía y nada más.
Es algo distinto a lo que solés escribir y está bien.
ResponderEliminarLa tristeza puede ser algo muy propio. Y de nadie más.
Saludos.
El Demiurgo de Hurlingham
En éste he encontrado los pares de vocablos más fácilmente. Agradezco tu doble aporte, Gustab. Coincido con Demiurgo. La tristeza es algo muy íntimo y personal, moldeada por las formas de nuestros complejos y pasiones. Un abrazo
ResponderEliminarSin dudarlo ni un segundo he de decir que estoy de acuerdo, la tristeza es solo tuya... Descubro con agrado que cuando te apetece tus letras desbordan, asombran y agradan.
ResponderEliminarUn texto profundo y hasta emotivo.
Un abrazo