La silla.

La presencia de una silla frente a la cama puede evocar una sensación de contemplación . Los huéspedes podrían usarla para reflexionar, conversar o simplemente disfrutar de la vista de la habitación, sin ninguna intención explícita y hasta voyerista.
Hoy en este cuarto blanco, frío y húmedo, encerrado entre cuatro llaves, mientras escucho a lo lejos la canción de la llorona cantada por Chavela Vargas, parece que es ella la que me observa a mi, no me quita la mirada de encima, luce desnuda y sin gracia...Cuatro palos desteñidos y una sonrisa irónica, casi fantasmal. Gime  y cruje con la misma gracia de un muro desgastado y me habla de las veces que han hecho el amor sobre ella, o simplemente han tenido sexo. Me habla de lo desvencijada que ha quedado con los años de tanto ir y venir, de tanta pasión, de tanta mentira y de lo infiel que han sido con ella.
No hay pudor, sólo roces de cuerpos desnudos, frágiles y gentiles, de cebo y perfumes, de cuerpos mojados por tanto orgasmo y deseo. De las veces que mirando a mi cama , se han autosatisfecho con dedos y culpas entre las piernas, de tanto beso apretado, de tanto gusto en la boca, de tanto néctar derramado.
La famosa silla del amor, ubicado en el famoso burdel parisino Le Chabanais, me permitía tener relaciones con dos mujeres simultáneamente, con el mínimo esfuerzo y el mínimo riesgo para ellas. Pero aquí, no sirve para nada. Hoy esta vacía, pero en ella parecen estar dos mujeres que no alcanzo a ver, desnudas pero agitadas.
Ella sólo me observa y cruje... Parece que me regaña, cruje mientras ellas se satisfacen mirándome a los ojos. Todo es tan surrealista como mis bigotes, finamente cuidados y terminados en punta con curiosa gracia... Puedo sentir sus frías manos sobre mi sexo, la convulsión que provocan con agitado ademán, las ganas, el deseo, mientras ella cruje vieja y desvencijada... No deja de acusarme y parece gemir con ellas, ni siquiera está, nunca estuvo, y nunca estará, porque es peligrosa para los internos y el reglamento del sanatorio no lo permite.
Mis ojos parecen cansados y se cierran mientras siento el temblor de mis carnes y mi imperiosa gana de eyacular...la silla es una excusa, la pastilla se desvanece en mi boca y sus efectos corren desbocados en mi cabeza golpeando todas mis neuronas destruyéndolas, mientras ellas se van conmigo.

Gustab

La silla narradora
Otros relatos Aquí.


Comentarios

  1. Una silla tentadora, donde ha sido parte de esa intimidad de deseo y placer.
    Donde se ha desvocado la lujuria de tiempos pasados y guarda los recuerdos y ecos de gemidos y suspiros

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

GRACIAS POR COMENTAR