La Tórtola y las lentejas...

Aunque no es mi fuerte , les contaré una historia...

Estaba mirando el paisaje apoyado en la baranda, cuando se acerca caminando la tórtola y por primera vez se dirige a mi y me pregunta: -¿hoy hay lentejas para cenar?... - ¿Lentejas?.- dije mirando a la tórtola, ¿una tórtola que habla? .-me dije.- Si, parece que estoy realmente loco...

- Claro que hay lenteja, y hoy me la voy a comer, ¿quieres compartir?.- le dije a la Tórtola que me miraba con atención y circunspecta.

-Claro ... dijo ella, y así empieza esta historia.

Sentí la puerta de acero de mi pieza; .- celda, diría yo.-, y entró la enfermera con una bandeja en sus manos y la dichosa pastilla blanca. 

La pajarita doblaba su cuello inclinando la cabeza como preguntándose, ¿Lentejas blancas?... yo la miraba con atención, y hubiese querido responderle, pero, ¿Cómo yo hablaría con una tórtola apoyada en el barandal?, y menos delante de una enfermera; Era loco, pero nunca tanto.

Puso la pastilla bajo la lengua y expuso:

- ¿Probamos un juego nuevo?...- No entendía lo que quería decir, y menos la tórtola, que miraba con curiosidad la escena.

Ella se vendó los ojos con una tela negra y comenzó a desnudarse sin más. Una vez desnuda se tendió en la cama y dijo...

- Anda Gustab, hazme feliz...- y me tendí entre sus piernas acercando mis labios a su sexo que lucía lindo y crespo, tan humedecido como todo su cuerpo... la Tórtola miraba extrañada y curiosa la escena... un arrullo suave monótono bisilábico escapo repetidamente de su pico. 

- tur-tuur-tuur...- decía mientras yo ya me escabullía entre las piernas de Esmeralda, la enfermera. Mi lengua libaba su sexo, como si se tratara de la última cena, mientras ella gemía y balbuceaba excitadas palabras.

Entre sus labios vaginales brotaba un pequeño, carnoso y suavemente humedecido botón rojo rubí que iba creciendo, mientras yo me afanaba en lamerlo con dulzura y ganas. Miré a la tórtola de reojo y con mi dedo le indique ese pequeño botón que crecía, mientras a su alrededor se erizaba su piel, que tibia, le cubría mientras gemía y jadeaba por su boca balbuceando palabras de agradecimiento a mi caricia libidinosa.

- La lenteja,- susurré al pajarito que inquieto se movía entre los barrotes, alborotando el aire con sus alas, hasta que decidió abalanzarse sobre nosotros clavando sus patas en mi crespa cabeza, y lanzando pequeños y suaves picotazos sobre la vulva de la enfermera tratando de tomar esa lenteja que palpitaba de deseo entre las carnes de la enfermera, que con gritos y jadeos, me alentaba a seguir libando en la mojada y suave lenteja que vibraba entre mis labios...

- Siiii, así Gustab así, más fuerte, anda siiiguuee, no pares...- 

La tórtola desesperada por no obtener bocado, picoteaba y tiraba de la rojiza lenteja, tratando de arrancarla sin destruirla ni hacerle daño. Tiraba y tiraba tan suave y delicadamente, que la enfermera gritaba levantando y levitando con sus caderas fieramente, temblando de gusto y éxtasis, hasta que ... Un grito llenó la habitación, su cuerpo se azotaba contra el colchón y sobre las sabanas enredadas, mientras sus jadeos se volvían orgasmos cayendo pesadamente sobre la cama y doblando el cuello, sin dejar de jadear, pronuncio balbuceando estas palabras..

- Seeee, te amo Gustab, eres el mejor del mundo, el más sensual y caliente de los hombres, ... anda, termíname de una vez....yaaahhhhh

Y clavándome entre sus piernas y entre  los aleteos de la tórtola, embestí repetidamente, hasta correrme dentro...mientras asustada y frustrada por no obtener su lenteja, la tórtola voló hacía los barrotes de la ventana volviendo a su sitio diciendo:

 la mejor lenteja que he probado y no he podido comerla...-

Ahí descubrí que realmente estaba loco y me decía, es imposible que una tórtola hable y menos, que me ayude a llevar a una enfermera al orgasmo... Mis ojos se fueron cerrando, cayendo en un abismo eterno y la tórtola volvió frustrada a su nido...

-- tur-tuur-tuur...

Gustab...

Otros relatos en 

"El vicio solitario"