De princesas, príncipes y brujas...
"Déjame sueltas las manos
y el corazón, ¡déjame libre!.
Deja que mis dedos corran
por los caminos de tu cuerpo..."
P. Neruda.
Caminé entre las camas de bronce, blancas y vacías, salpicadas por el oxido del tiempo. Las ventanas de los pasillos hacían danzar los visillos de gaza, como intentando rozar mi cuerpo, hasta que se volvieron largas convirtiéndose en los dedos del viento, rozando una y otra vez mi sexo. La soledad, se hacía fría y silenciosa y la piel se encendía como la de los pollos cuando han sido desplumados.
Las enfermeras no estaban, los enfermos no estaban, los ruidos se habían escondido detrás de los blancos muros desencajados con el tiempo. Entonces escuche a mi boca repetir una y otra vez el mismo verso...
- ... y vivieron felices para siempre, ni la bruja es fea, ni el príncipe blanco... y vivieron felices para siempre, ni la bruja es fea, ni el príncipe blanco...- Mi sexo erguido entre mis piernas, mi cuerpo frío, mi cabeza, vacía, y las cortinas , una tras de otra, acariciándome entre los pasillos y ventanas.
Hasta que vi a Sofía, salir de una de las puertas de metal, y congelando el tiempo, se me quedó mirando sin siquiera pestañear. Era la enfermera del turno tarde, que bien me conocía...y el reloj echó a andar, dio media vuelta y cerrando los ojos, volteó y siguió su camino como si nunca me hubiese visto.
Una tras otra se abrieron las puertas, y las enfermeras que no estaban, salieron pelela en mano; sabanillas, jeringas y pastillas, rodaron por los pasillos golpeándose unas a otras, mientras ellas desaparecían sin antes detener el tiempo, y mirando de reojo, enrojecían sus mejillas hasta que el reloj volvía con su tic tac.
El pasillo se hizo eterno, hasta que llegue donde estaban todas reunidas y cuchicheando sonrojadas. El ruido volvió al hospital y dos enfermeros me jalaron de los brazos llevándome de vuelta a la habitación. Era un loco más entre mil enfermos identificados como NN al morir por la vergüenza que sus familiares sentían, uno entre mil. Pero a la hora de las pastillas y atrás de las puertas de fierro, para las enfermeras era especial. Todas conocían mi enfermedad, todas conocían el secreto mejor guardado, la loca virilidad de Gustab, el poeta, el escritor, el que escribía con su sangre en el papel, el que pintaba y conocía todos los locos del lugar... sus diálogos con Van Gogh, Renoir, Degas, Monet, Goya y todos los artistas que veía en el lugar; el que escuchaba los violines de Paganini, o las saetas al cantar. Mil pinceles, mil colores que nadie podía ver, mil azules, mil monstruos sin nada que aclarar.
-.. y vivieron felices para siempre...Ni la bruja es fea, ni el príncipe blanco...porque es azul, pero no del tono que buscaban ellas.
Gustab.
Tu prosa es tan poética que rezuma cierta ternura entre esa desbocada carga sexual de tu personaje.
ResponderEliminarUn post magnífico, uno entre mil...y ellas, las enfermeras, las brujas y hasta las ortinas lo saben. Un fuerte abrazo.
¿Quién dijo que la bruja es fea? Hasta puede ser que sea bellísima.
ResponderEliminarQue intensamente la pasa el internado con esas enfermeras.
Saludos.
No hay nada peor que caer enfermo en un hospital.... lo pican a uno en mil partecitas
ResponderEliminarSolemos llamar locos a quienes se animan a ser diferentes, a quienes buscan llegar a sus sueños a pesar del qué dirán. A veces llegamos al extremo de encerrarlo. Me alegra que te sumaras con uno de tus textos Gustab. Un abrazo
ResponderEliminarExcelente relato Gustab, nada más triste que los hospitales psiquiátricos y mucho más debe ser darse cuenta de que estás alli, y eres uno entre mil.
ResponderEliminarMe gustó mucho, saludos.
PATRICIA F.
Todas conocían mi enfermedad, todas conocían el secreto mejor guardado, la loca virilidad de Gustab, el poeta, el escritor, el que escribía con su sangre en el papel, el que pintaba y conocía todos los locos del lugar...
ResponderEliminarUn párrafo con mucha fuerza. Nada peor que perder el juicio y terminar en un psiquiátrico. Qué bien gestionaste el reto Gustab.
Me encantó. Un abrazo
En un hóspital psiquiátrico cabe perfectamente el dicho: "Ni están todos los que son, ni son todos los que están. A veces el diferente, el uno entre mil, es tildado de loco, sin serlo.
ResponderEliminarMagnífico relato.
Un saludo.
Hay que disfrutar aunque sea de la locura y él eso lo sabía y lo seguía al pie de la letra.
ResponderEliminarEsa media vuelta del reloj, sería de la manecilla grande, ¿ no?
ResponderEliminarUn portento este Gustab con el frío de las ventanas abiertas y el mástil de guardia
Abrazo
Ningún enajenado sabe que lo está ni que corre desnudo por los pasillos. Como los poetas que ignoran siempre si son o no son.
ResponderEliminarMe parece excelente que ese deseo desmedido, esa conncupiscencia enorme sea conocido en ese lugar. También alguna satisfacción dará en alguna mujer .
ResponderEliminarUn abrazo fuerte