Entre Burbujas.

“Entre sus cejas vivas vi brillar una estrella. El cielo estaba azul, y yo estaba desnudo.”
Rubén Darío

Mientras él hablaba de su infancia, recobraba la inocencia, una inocencia mucho mayor que la primera, pues no brotaba de la ignorancia, sino del puro deseo que sentía por poseerla sin culpas, sin pudor.
Entre copas y burbujas doradas, la conversación se alejaba de sus oídos, ella seguía hablando, pero él ya no la escuchaba, sólo divagaba entre los ecos de su voz, que cada vez, se alejaba más y más mientras su visión se hacía borrosa.
El deseo, la excitación que le producía, el placer de tocarla sin detenerse... ¿ porqué debería de sentir culpa, si era un deseo puro?. Su sexo era hermoso, suave, jugoso, le gustaba verla desnuda y tendida entre las sabanas, le gustaba saborearla con su boca, cada rincón, cada dulce sabor, cada jugo que brotaba entre sus piernas. El delicado aroma que le cubría cuando se excitaba, entraba por su nariz, la sensación de poseerla era muy real, casi mágica.
Su olor lo cubría todo, su sabor le extasiaba y cuando entraba con su boca por los delicados genitales, sentía la gloria de alcanzar el placer supremo, el enigmático pecado del que le habían hablado. 
Él lo había dilucidado y disfrutado más allá de la imaginación que le acongojaba, del miedo a ser castigado por sus faltas. Las palabras del sacerdote, habían perdido relevancia, no nacían de la verdad, todo era una mentira, en esto no podía haber pecado, no se podía ofender a nadie. 
Esa mujer, ese cuerpo y ese deseo que él veía en sus ojos , no podía ser el mal, pues todo nacía de la inocencia, de lo más profundo de sus sentidos, de un deseo verdadero, de algo que no podía controlar, porque lo elevaba más allá de lo que la religión permitía, más allá de la figura del Dios que le decían que ofendería.
Todo era puro e inocente, un deseo, un sentimiento más allá de su calidad de ser "humano". Una vez que sintió su sexo envuelto entre las tibias carnes, sintió que volaba al cielo, que tocaría más allá de las nubes y las estrellas, eso era el paraíso mismo, y con tan sólo 15 años, experimentaba la resurrección en carne viva. No, no, esto era experimentar la esencia de todo, la única razón de vida,..... esto era el paraíso.... y se disolvió entre sus carnes derramando todo lo que por esencia le pertenecía, la libertad de pecar sin culpas, algo tan natural como el deseo.
Las copas permanecían detenidas en el espacio, sin lugar ni tiempo, su cabeza no respondía y su vista permanecía fija entre sus piernas, donde los encajes parecían envolverle, atraparle, sin dejarle espacio para una huida honrosa. 
Era sólo un adolescente, había bebido más de la cuenta y ella seguía seduciéndole.

Gustab.

Comentarios

  1. Instantes de juventud que puden quedar fijadas en el recuerdo para siempre. Esa mujer abriendo el mundo de las sensaciones, precioso.

    Un abrazo

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  2. Te estoy leyendo por la mañana pero es un relato de penumbras, entre la tarde y la noche, erótico y algo más, hipnótico diría yo. La obsesión con el sexo tan bien descrita, y el final tierno y emocionante. Gracias por participar, un abrazo y medio beso

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  3. Llego a la conclusión de que todo lo que produce placer está vetado por la Iglesia y su séquito. El descubrir ese mundo a esa edad es un auténtico carrusel de sensaciones. Un placer leerte, Gustab.

    Mil besitos para ti y feliz día.

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  4. No sé que tiene más sabor si el sexo o lo prohibido.


    Un abrazo

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  5. El poder del alcohol sumado al del deseo adolescente... Una conjunción que difícilmente se pueda superar. Un abrazo entre bebidas

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  6. La imagen evoca a una mujer donde el pudor no lo siente, diría que al contrario disfruta sabiendo que alguien la mira y observa, ese olor que nos narras en tus letras es bello y mágico. Tal vez sea como describes es lo más parecido al elixir de la vida.
    Abrazos!!

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  7. Una mezcla perfecta, la jubentud y el alcohol, para perder los pocos tabu que le quedaban y disfrutar de los sentidos.
    Abrazos gustab.

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  8. todos los requisitos necesarios se reunen para que el cóctel esté servido. Un abrazo

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  9. Entre copas y burbujas doradas... Inocencia... Puro deseo... Si se rompieran los tabús, todo sería mucho más claro.
    Me gustó mucho tu relato, Gustab.
    Un besazo

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  10. Interesante esa idea, de inocencia compatible con el deseo, de dejar atrás absurdas prohibiciones.
    Tal vez en la sensualidad, en el deseo, está una forma mística de elevación. Más que en las prohibiciones.
    Bien contado.
    Saludos.

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