Melancolía.

"En la sombra, lejos de la luz del día, la melancolía suspira sobre la cama triste, el dolor a su lado, y la migraña en su cabeza". (Alexander Pope)

Había decidido cerrar mi ventana, pero la brisa se coló entre los maderos y la humedad volvió a brotar dentro, echaba de menos recorrer los cuerpos desnudos que dibujaba día a día mi mente, echaba de menos el aroma a sexo entre mis sábanas.
Al abrir las persianas pude descubrir nuevamente el puerto, el aroma a café lo inundaba todo esa tarde oscura, las persianas de los negocios volvían a descerrajar los candados, la bohemia se anunciaba, la noche sería agitada.
Volví a escuchar las gaviotas, sus graznidos roncos y dormidos me habían despertado de un largo sueño, llevaba muchas horas encerrado golpeando las teclas y doblando papeles sin saber que escribir, cuando escuche la voz de ella en el balcón de enfrente, quizás eran gemidos, no sé, fue una extraña experiencia. No podía dejar de escribir, no debía, esa era la sensación que me atrapaba.
Volví a la ventana escondiéndome tras las persianas. Al mirar, la silueta de una mujer medianamente mayor, con una copa en las manos, miraba hacia la soledad de las calles, la bata que cubría sus hombros, dejaba escapar unos senos firmes, pero caídos, el tiempo había marcado un pasado glorioso. Sus ennegrecidos pezones resaltaban al trasluz de la gastada ampolleta que iluminaba el cuarto. Al voltear, los respingados pezones negros me excitaron, y salí de la oscuridad para dejarme ver, ella inmutable, dejó caer la bata por sus hombros relucientes como noche de luna llena, sus carnosos pechos, llenaron el vacío de la luz.
Era bella, impresionaba su elegancia, pero era una mujer gastada por la vida. Sus claros ojos brillaron en la oscuridad, la sensualidad de su mirada cautivó la mía. No sé cuanto rato pasó, la bata había desaparecido y se mostraba desnuda a mis ojos. Volteó para mostrar su espalda, cayeron mis ojos en el abismo que dibujaban, para detenerse en sus carnosas nalgas marcadas por los años. Un brillo de luz, atravesaba entre sus muslos, y se inclino para mostrar sus vellos pubianos, los que relucían en el sombrío fondo de su sexo, entre sus nalgas. Luego, unos dedos emergieron en la oscuridad entre sus piernas y se perdieron en las sombras húmedas de mi conciencia. Ella sabía que la miraba y no se detendría hasta acabar frente a mis ojos. Así fue, hasta caer de rodillas sobre suelo hundiéndose en las sombras detrás de su ventana. 
Se fue la luz, los postigos se cerraron dejando  un gran vacío en medio de la noche, se quejaban del frío y la humedad, del oxido en sus bisagras, creí que caerían. 
Así después de empezar el nuevo libro, me fui a recostar en la cama y a pensar en que estaría haciendo, si se abría ido, o si simplemente se había quedado dormida, sentí mis parpados caer y no supe más de mi.

Gustab.

Comentarios

  1. Bella prosa poética donde el erotismo se deslica con elegancia. Muy bonito, Gustab.

    Mil besitos para ti y feliz jueves.

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Desde la oscuridad...

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