Sumisa. (Dulce propuesta)

"O se alegraba de que René la hiciera azotar y la prostituyera, porque su apasionada sumisión daba a su amante la prueba de su entrega.“ Pauline Réage

El saberse indefensa y desnuda, recibiendo mis instrucciones guturales, nacidas desde el fondo de mi garganta, se arrodilló sobre el frío piso de piedra entregando el collar de cuero adornado con una opaca argolla de fierro labrada y oxidada por la humedad del mar, bajó su vista, en señal de entrega y sumisión, gimiendo un "Sí" a todo.Sus piernas se flagelaban en el filo de las rocas que tapizaban el suelo mojado de la oscura y gélida habitación. Sonreí desde mi rincón sombrío que escondía mi rostro, tomé el collar y lo puse en su cuello, apreté hasta sentir la angustia en su rostro y los pequeños silbidos que escapaban de su garganta diciéndole:
-Arrancare tu aliento sin tocar tus labios , no me interesa tu sabor,
quiero tan solo robar tu alma.
Si al entregar la argolla, y someterse al destino que le esperaba le había excitado... ahora su cuerpo empezaba a temblar mientras se tendía a mis pies. Tiré de la argolla acercándola a mi cuerpo desnudo, abriendo mis piernas, para apretarla a mi sexo, obligándola a respirar entre mis testículos, donde el calor de mi cuerpo se pudiera sentir tan cerca como para entregarle algo de calor a su nariz.
-Mantén cerrada tu boca, sólo respírame.- trato de engullir mi sexo, una bofetada corta y seca, detuvo su acción.
El golpe la excitó aún más, jadeando entre mis piernas. Frotó sus muslos uno contra otro en un intento de calmar el deseo, percibí el gesto y deslicé una mano cálida por su piel hasta cursarla con fuerza contra mi entrepierna. Exhaló un gemido de alivio y cerró los ojos. Era exactamente lo que necesitaba.
-Me fascina ver lo mojada que estás. Pero ahora vas a sufrir -. Acariciando con dedos firmes y suaves, separé sus labios de mariposa abierta en su entrada húmeda, y apoyando el talón de la mano sobre su clítoris agité mis dedos dentro de ella.
- Antes de que termine contigo vas a suplicar. Antes de que se acabe la noche, te aseguro que vas a rogar .-
Hice una pausa, intensificando el trabajo de sus mano que envolvían mi sexo, mientras de su boca , la saliva que escapaba entre la comisura de sus labios, caía humedeciendo y lubricando mi piel seca. Sus labios, adquirieron un gesto depredador, pero una vez más, una bofetada la alejaba de su intento.
- Vas a pagar muy cara la osadía.
Ella ignoró la amenaza. Estaba demasiado pendiente de sus manos en mi sexo, nuevamente mis dedos
entraban bruscamente en su trampa nacarada y zumosa, arqueó la espalda, sujetándose de la erecta figura.
Para ella era delicioso. Las yemas de los gruesos dedos, friccionaban con dedicación la hendidura entre sus pliegues, con cadencia, haciendo que su pelvis se convirtiera en miel caliente. Con la otra mano, recorría su abdomen, dibujando el contorno de sus costillas hasta pellizcarle un pezón.
-Ah… cabrón… - jadeó al sentir el pellizco sobre la sensible y perlada corona. El dolor, mezclado con el placer, la inundaron en una corriente eléctrica.
Sonreí, acariciando la zona dolorida con la palma, hasta que ella volvió a gemir, extasiada. Levantó sus brazos en alto exponiendo aún más sus pechos. Añadí otro punto más de placer, cuando le sellé los labios con boca tibia. La sobrecarga de estímulos fue demasiado, perdió el sentido: mi mano infatigable sobre su sexo, la otra castigando sus pezones, y la lengua y los labios laxos sobre su boca abofeteó su cordura haciéndola caer al piso azotando su cabeza sobre las piedras.
El orgasmo se acercaba de manera violenta y gimió, moviendo las caderas para aumentar la fricción mientras un hilo de sangre dividía su rostro afiebrado, solo necesitaba un poco más. Unos segundos más, un roce más, unos milímetros más para dejarse caer y liberar toda la contención de aquella noche oscura, en la que tenía prohibido tocarse. Pero someterse era un castigo, y debía de asumir.
Rompí el contacto de manera brusca, arrancando mis dedos de su interior, masculló una protesta e intentó avanzar hambrienta, en un movimiento involuntario que se vio retenido por las bofetadas que remecieron su rostro.
-Cabrón… - repitió, sin fuerzas, clamando por un clímax y el zumo brotando de su piel.
Volví a acercarme y esbozó una sonrisa tenue, casi condescendiente. Deslicé las manos por el contorno de su silueta y me detuve en su cintura, apretándola contra el suelo. Ella volvió a cerrar los muslos en otro intento desesperado por aliviarse, pero de nuevo descubrí sus intenciones.
- Malcriada… te he dicho que no te muevas.- Volvió a gemir, mis ordenes eran adictivas para ella. Casi podía imaginar mi lengua en su interior. Dejarse caer en la autoridad de mis palabras, la excitaba aún más.
-. Abre las piernas.- Le ordené, me alejé y ella abrió los ojos, sorprendida por mi abandono. No fuí muy lejos. Me vio traer una barra separadora de la que pendían dos tobilleras.
—¡No! —protestó, en un intento inútil de detenerme.
Me arrodillé frente a ella y fijé sus tobillos sin reclamos, separándoles un metro. Ahora no podía cerrar
las piernas, se sentía más expuesta que nunca. Percibí la humedad caliente descender por su piel sensible, al interior de sus muslos, acerqué mi boca respirando entre ellos, ella, se retorcía arqueando su espalda al sentir el aliento cálido, a tan solo unos milímetros de su sexo.
-¡¡No!!- gritó, cuando hundí la cara entre sus piernas. Se tensó como la cuerda de un arco. Lamí el hueco acerado por los líquidos que le inundaban camino al clítoris, libando una y otra vez con lentitud hasta enloquecerla. Ella tiró sus dedos, ansiando enterrarlos en mis cabellos, pero una bofetada impidío que los cogiera.
La voltee aferrándome a sus nalgas, inmovilizándola, para dejarla completamente a mi merced, mientras mi lengua la penetraba de manera infatigable. Cerró los ojos, conteniendo los jadeos. Intentaba controlar su instinto con todos los medios a su alcance para que no la volvieran a abofetear, racionalizar la excitación y las sensaciones para evitar la carrera desesperada hacia el orgasmo, pero no le permitía pensar. Cuando sintió mis dedos incursionar entre sus glúteos, dejó escapar un grito. empapé las yemas en su humedad y los dejé entrar en su orificio anal, recrudeciendo la placentera tortura. La penetré tan adentro, mientras la paladeada con mi lengua su sexo que el orgasmo pendía de nuevo y delgado hilo de voluntad. Mi ser gruñia y el gruñir excitado, la hizo retorcerse hasta el dolor.
-Fóllame…-dejó escapar. Se mordió los labios con fuerza al escuchar su propia voz, sin reconocerse. Ella pedía nada. Jamás se rebajaría. Dos dedos más se hundían en su sexo, mientras mi lengua seguía lamiendo, y buscaba la pared anterior de la vagina, saboreando con pericia el punto más sensible de su interior
-¡¡¡Gustab!!! - gritó incapaz de resistirse, y enroscando sus uñas entre las piedras, no encontró un asidero de donde sujetarse... y tomó mi cabeza mientras yo volvía a soltar un bofetón sobre su rostro.
-¡¡¡¡Estás loco!!!! -escupió ella salpicando el aire con su sangre. Hundí mi mano adentro hasta perderse mi mano en ella y soltó un gemido con fuerza ahogándose en su garganta.


Ella soltó un bufido de desdén, pero no pudo hacer nada por ocultar su lucha. La boca sobre su sexo succionó su clítoris con fricción. Las lágrimas se deslizaban por sus sienes, sus piernas apenas podían sostenerla, y su interior se contrajo brutalmente de manera involuntaria. Necesitaba esa liberación.
-Fóllame… - dijo en un susurro casi imperceptible. -Ahora. Fóllame, fóllame, fóllame…

Un estruendo se escucho entre las murallas del sanatorio, la oscuridad y el silencio, invadían todo.... sólo una gota se escuchaba golpear en un charco, en algún lugar, en los frios pasillos testigos de todo lo que esa noche ocurrió....


Gustab.

Comentarios

  1. Intenso relato, Gustab. El placer mutuo en las relaciones consensuadas es todo un gozo.

    Mil besitos para ti.

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  2. Debo estar tarada, pero no entiendo esa sumisión. Pero ya te digo, seré yo quien no entiende ni un pimiento. Tal vez es porque no permito que hagan daño, ninguno, ni a los animales.

    Por el placer, sea de donde sea, imagino. Y como sea. Un abrazo.

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  3. El placer también es locura y ese ruego imperioso del final es la victoria para quien somete y quiere el todo. Gracias por unirte a esta propuesta especial por mi cumple blog.

    Un saludo y dulce fin de semana.

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Desde la oscuridad...

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