Azul Cobalto, Mayo. (Un jueves un relato a Molí).

“En otoño todo está cansado y más dispuesto a morir"

Patrick Rothfuss
 
Terminaba la partida de basquet y corrimos a las duchas a refrescarnos... Fuimos los últimos en entrar a las regaderas , y eso desato un momento que hoy deseo recordar con ustedes.
"25 de abril de 19...., los resultadodos 98 contra 97 de nuestros oponentes", un día, que quedaría enquistado en mi memoria... perturbador, extraño, donde descubrí que la vanidad puede más que la sexualidad y puede ir más allá del género u orientación.
Al voltear sentí, que entre sus manos, escondía una erección, y mi vista se perdió en la suya, lo llamaremos "Mayo". 
El vapor y el ruido de las duchas caía incesantemente sobre los cerámicos, pero no impedía que nuestros ojos se encontraran, y esa mirada pasó de la curiosidad a la vanidad. Sentía que mi cuerpo podría crear no sólo reacciones en una mujer, sino que, podía provocar, con la misma intensidad, a otro. 
Aunque mi cuerpo no despertaba como el de él, mi mirada lo invitaba a invadir mi espacio y probar suerte. Y entre regaderas lo sentí acercarse a mi, mientras trataba de contener toda esa curiosidad que me invadía.
Su mano se posó en mi cuello y se deslizó por sobre los hombros hasta mi pecho, dibujándolo con sus dedos y sin decir palabra alguna. El tiempo se volvió vapor y la curiosidad un reto.
Al llegar su mano a mi vientre, mi cerebro no alcanzaba a discernir, y sus caricias empezaron a doblegar mi resistencia a probar hasta donde llegaría. En él, se sentía el miedo como el deseo y sus manos bajaron hasta alcanzar mi sexo, que al roce de sus dedos, liberaba esa curiosidad. La precisión y el conocimiento del mismo, hicieron que me dejara llevar por sus manos sin cuestionarme nada. Los movimientos de su mano eran tan delicados y satisfactorios que lo dejé a sus caprichos y mientras sus manos parecían lavar mis prejuicios, el jabón fue formando la espuma y suavidad necesaria, para que mi sexo explotara entre sus dedos mientras jadeaba y gemía con los resultados sin soltar ni herir mi piel. Salió de la ducha y se recostó sobre la camilla del camerín, mientras yo seguía temblando de placer tratando de recuperar el aire.
Me acerqué a él, y dejé que mi mano acariciara sus caderas bajando por sus piernas y dibujándolas con detención y en voz baja le dije, -ya sabes que hacer-, volteó a mirar por la ventana, mientras su cuerpo desnudo y mojado se ponía de costado evitando mi mirada. 
Dejé que mis mano se deslizara por sus muslos hasta llegar a sus nalgas, y empujando su cuerpo suavemente, dejé que mis dedos le recorrieran pintando gemidos en sus labios, y abriéndose paso por el camino, dejé que uno de mis dedos rozara ligeramente su cavidad más intima, mientras su cuerpo se doblaba entre temblores para seguir el recorrido hasta sus caderas. Una y otra vez repetí , hasta que sus propias manos enrollaron su sexo empujándolo al abismo. Sus jadeos se acentuaban cada vez que mis dedos lo rozaban, hasta que lo detuve justo en el punto que podría remover su conciencia hasta verlo caer en un orgasmo. No hubo invasión de mis dedos que le avergonzaran, simplemente una presión adecuada, justo en el momento que lo necesitaba... 
Volví a la ducha mientras lo miraba jadear sobre la camilla, una vez que se detuvo. Me vestí rápidamente y salí de los camerinos, y no lo volví a ver.
Ese día descubrí, que el mayor atractivo entre dos hombres, es no perder la virilidad jamás, aún después de experimentar esto.
30 años después, una amiga en común me trajo un recado de Mayo. Se había casado, tenía 2 hijos, y me repetía que lo sentía, que nunca entendió lo que pasó ese día, y que me pedía que nunca lo contara, avergonzado según ella, pero aunque fue solo una vez en su vida, nunca me había olvidado.
Le pregunté porque había decidido enviarme un recado con ella, si quería que no se supiera, y mirándola a los ojos le pedí que se fuera.- No- dijo ella, y metiendo la mano en su bolso, sacó un sobre abierto y me lo pasó en las manos- lo escribió él, yo tengo la culpa-. Le pregunté que a qué había venido ella, si lo podía haber enviado con cualquiera. Ella respondió;
-Vengo a pedirte que termines, lo que no terminaste esa vez...-Y dándome la espalda, se apoyo en el librero y abrió sus piernas pidiéndome que le follara como lo habría hecho con él.
Me acerqué a ella,  levanté su vestido azul cobalto hasta la cintura, y poniendo los dedos en su boca, le ordené que los chupara. Los puse abriendo sus nalgas preparándola para lo que estaba pidiendo.... Entré tan suave, que sus gemidos y espasmos, fueron ahogándose entre sus jadeos, mis manos sobre sus senos desnudos por mis manos, facilitaron todo, hasta sentirla gritar de éxtasis y caer al vacío entre temblores y suplicas.
Cuando la vi de rodillas en el suelo, salí del lugar sin decirle nada.

Gustab, Calenturas o fiebres otoñales, largas o mortales.”.

Comentarios

  1. A veces la mente y las circunstancias hacen que algo que jamás pensaras que iba a ocurrir se haga efectivo.
    Un buen relato y se fue verdad como dije anteriormente nunca se sabe por donde vas actuar en determinados momentos. Erótico cien por cien. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Una Calentura otoñal en toda regla.

    Y el efecto de los colores: el azul Cobalto a ti te inspira sexo.
    Y a mi el azul ultramar me inspira un manuscrito jajajajaja

    Un abrazo, Gustab

    ResponderEliminar
  3. >una relación momentánea que parece que perduró a lo largo de su vida, hasta el punto de manifestar su deseo de continuarla y llegar hasta el final.

    ResponderEliminar
  4. Es que el deseo nunca sabes que te deparará y por eso suele dar sorpresas...besos.

    ResponderEliminar
  5. Muy buen relato, muy erótico por cierto

    ResponderEliminar
  6. se dice que de todas las intenciones las finales son las que son más auténticas, Buen finde

    ResponderEliminar
  7. El erotismo con mayúscula. Una historia de otoño en la piel, con los brillos de un encuentro juvenil. Muy bueno.

    Un abrazo

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Desde la oscuridad...

Entradas populares