El pacto.
"Durante un interminable momento, él la observó inmóvil hasta comprenderlo todo... entonces pudieron abrazarse... hambrientos de pactos y de confidencias, de palabras prohibidas, de promesas de mañana, compartiendo, por fin, el más recóndito secreto...“
Isabel Allende,
Encendió un cigarrillo, mientras yo terminaba el mío, nos mirábamos con lujuria y sorpresa, una delicada cortina de humo nos mantenía separados.
Ahí estábamos los dos, para romper todos los pactos y promesas de sólo amistad. La delgada tela de raso, dibujaba su delgada figura, la delicada forma de sus senos, que a pesar de la edad, se mantenían en su lugar con digna forma y volumen. Sus pezones parecían dormidos, pero se alcanzaban a dibujar en la suave tela que les escondía. Su vientre respiraba agitado, haciendo bailar los senos como a las olas del mar, temblaba.
La mirada era cómplice de sus pensamientos, sus ojos pestañeaban con intranquila inquietud, su rostro no dejaba de insinuarme los efectos sensuales del vino, mientras sus dedos me invitaban a sentarme a su lado. Levanté la mirada, la mire fijamente a los ojos y me acerque para sentarme a su lado, a una distancia que me permitiera seguir gozando de la elegante figura que se escondía tras el raso de azul petroleo. Puse delicadamente mis dedos en su vientre creando un ligero temblor, hasta que mi mano empezó a moverse al ritmo de su respiración. Mis manos eran como las olas del mar acariciando la arena, con la suficiente presión para mover la tela, de crear la misma sensación que crea la ola en la arena al reventar a orillas del mar. La tela se deslizaba junto con mis dedos formando una fina y casi imperceptible caricia entre mis dedos y su piel. Sus pezones fueron tomando forma hasta endurecerse y dibujarse perfectamente bajo los hilos. Mis ojos les miraban extasiados, y subí arrastrando los dedos hasta alcanzarlos, dibujando círculos a su alrededor. Ya era tarde para arrepentimientos y promesas, la línea se había cruzado y no había vuelta atrás.
Mis dedos nunca se quedaron quietos y bajaron por su vientre esculpiendo su figura con delicada pasión, hasta que alcanzaron la piel desnuda de sus piernas y subieron para perderse bajo las costuras del camisón danzando entre sus piernas y provocando que sus delgados muslos se separaran para seguir la procesión. Sus manos se enredaban ya en mis pechos, mientras sus dedos se perdían entre mis vellos crespos castaños blanqueados por el paso de los años, mientras mis dedos alcanzaban ya la humedad entre sus piernas, que tensas y firmes, recibían mis manos para bailar sobre el monte de venus, subiendo y bajando en una eterna caricia, la que esperaba el momento que su sexo se mojara, para que mis dedos se perdieran dentro del cofre suave y excitado por el deseo y la ansiedad.
Sin darle tregua, y mientras aún su vientre bailaba, separé sus piernas y me escabullí dentro de ellas empujando mi sexo dentro hasta alcanzar el último rincón, y la marea se hizo alta, las embestidas infinitas, y mientras ella jadeaba entre gemidos, empuje hasta sentir como me diluía entre sus carnes, hasta caer rendido mi rostro sudado sobre el suyo y adornar de besos sus labios, agradeciendo ese gesto de confianza, cuando le propuse perdernos en algún lugar.
El pacto terminaba, y escribíamos una nueva historia sin nuevas promesas.
Gustab.
Valió la pena romper el pacto! Un viaje así no se vive todos los días! Gracias por sumarte
ResponderEliminarLos pactos de no sexualidad en amigos son difíciles de cumplir, no siempre, pero muchas veces.
ResponderEliminarUn abrazo, y que romper los pactos sea gozoso.
Sin nuevas promesas, el mejor modo de terminar un pacto y dejar abierta la puerta de las posibilidades. Abrazo
ResponderEliminarHay pactos que piden a voces ser rotos.
ResponderEliminarNunca he hecho un pacto así pero, sin hacerlo, lo hemos cumplido. Supongo que, siempre, uno de los dos lo tenía muy claro.
ResponderEliminarNunca haría un pacto así, pero supongo que de eso se trata.
ResponderEliminarPienso como Tracy.