Odio mi deseo por tí.
Cada día había una nueva discusión. Sabía que yo tenía la razón, sin embargo, ella llevaba sus dedos a la botonera de su vestido y lo dejaba caer al vacío, mientras este le acariciaba la curva de sus senos mientras caía. Caía revelando su exquisita desnudez, hasta no guardar nada en mi imaginación.
Ya estaba desnuda y yo perdido, sólo deseaba beber de sus sabores más íntimos y embriagarme de los aromas que emanaba de su cuerpo y terminaba encontrándole la razón.
Odio esa locura tuya que me arrastra a quererte eternamente y doblegarme como una abeja a la miel.
Gustab, el sentir del odio.
PRECIOSO. Sugerente y exquisitamente visual… Benditas esas locuras que nos atrapan y nos arrastran, ante ese latido vibrante que nos hace florecer; así como bendita es tu pluma, querido amigo.
ResponderEliminarUn verdadero placer tu participación.
Abrazo grande 💙
Ese romanticismo, qué belleza. Lo narras como un inevitable precioso.
ResponderEliminarUn abrazo
Ella tiene un contundente argumento.
ResponderEliminarAl personaje narrador sólo le queda disfrutar las consecuencias de su derrota.
Bien contado.
Dicen que el romanticismo siempre mata y que el odio está a un paso del amor. Ambos sentimientos se viven con igual pasión. Saludos
ResponderEliminarA veces odio y deseo van de la mano... muy bueno, besos.
ResponderEliminarEl sexo es ese mercenario que media para la posible solución. Tintes románticos y muy bonito, Gustab.
ResponderEliminarMil besitos para ti y feliz domingo.