Pecados de Alacena.


No es la mujer, es la actitud...
Saque un licor de la alacena, parecía estar listo para beber, preparé el alminar, mientras la almendras quemaban mi garganta.
Luego lo volví a guardar, ya estaba filtrado, transparente como su memoria y parecía nada más que hacer.
Después de un mes, la volví a abrir y deseaba que cuando de mi copa bebiera, ese vestido corto rojo, se convirtiera en piel.
Así fue, bebido todo, inalcanzablemente sabroso, hasta el aroma de sus labios quedó en mi copa, y el mío en su garganta.
Dulce pecado guardan las alacenas.

Gustab...

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