Madamme Cloudet.


Muchos días encerrado, temiendo que en algún momento me alcanzaría. La misma ventana, el sol tibio y temeroso, escondido tras la nubes para no ser alcanzado.

Un pucho medio encendido, el humo que se escapa por las cortinas, y esa fragancia azumagada que empieza a entrar por mi nariz. El pecho apretado, los golpes y ecos en mi cabeza, los ojos vidriosos por el calor que me quema la piel. El ligero aroma a café, que hoy funciona cerrado, ilícito encubierto por la noche. Clandestino entre las olas y bocinas de los cargueros que no pueden entrar al puerto invitandome a una fuga prohibida.

Al bajar las escaleras, el aroma a café, y el perfume seductor  francés que se escapa bajo la puerta de Madame Cloudet , embriaga mis objetivos obligandome a golpear la rendida y roída puerta de roble envejecido por el tiempo y las polillas, con la suntuosa verdosa manilla de broce viejo. Nadie parece escuchar, pero tras de ella, sólo jadeos acompañan el silencio.

Los pisos de granito, enfrían mis pies, la humedad se siente entre los hilos, y bajo la suela de mis zapatos viejos. Busco la llave que se esconde en el farol de entrada, y volviendo a golpear, decido entrar sin aviso. Los jadeos se escuchan al fondo del pasillo, el departamento luce oscuro y lúgubre, mientras el perfume francés lo inunda todo.

-Mon amour...- entre toces, y carraspeos, Cloudet me mira pálida y sorprendida. Su cuerpo envuelto en la delicada bata de seda me invita a observarla mientras sus piernas se abren para buscar mis ojos. La cama luce revuelta y desaseada. Pero sus piernas delgadas y sudorosas me invitan a levitar hasta alcanzar los fríos barrotes que la sostienen.

-Cloudet, aún así luces hermosa.

Mis manos buscan sus piernas, rozan su piel recogiendo el sudor hasta alcanzar su sexo, y mientras los aromas se hacen más intensos, mi boca busca anidar en el rincón más cálido que se abría para acogerme, mientras sus delgados dedos ,  se enredan en mi pelo invitándome  a desaparecer entre los pliegues de su piel , mientras sus manos van desnudando los pechos.

No hay olvido más delicioso que el que provoca una piel desnuda...

Gustab.


 

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