Adicto.

- La adicción sexual es compulsiva, persistente y recurrente. Compulsiva porque no se puede parar, hay que cumplir sí o sí con esa exigencia que impone la cabeza. Persistente porque hay que hacerlo a cada rato, todo el tiempo... recurrente ... - Sofía, la psicóloga, trataba de explicar porqué estaba ahí, mientras la imaginaba desnuda tras su escritorio, mientras sus piernas buscaban un lugar para no sentirse observadas.
No quería escuchar más, sólo quería volver a mi calabozo de murallas blancas, donde la calidez de la primavera entraría por mi ventana, y la sentiría como un brisa recorriendo mi piel. Donde los barrotes oxidados y amarillos encerrarían mis ganas de volar. Donde el sol , era atrapado por mi ventana. Donde el vacío que se sentía, acariciaba mi cuerpo sin pudor. Donde la desnudez, no la vería nadie más que la enfermera, aquella que se escondía tras el visillo de la puerta de metal.
Mi corazón  me removía el cuerpo una y otra vez, mis manos temblaban, una corriente me quemaba por dentro, la cabeza estallaría en cualquier momento. Sentía como mis dientes se apretaban y mi mandíbula permanecía trabada en mi boca sin dejarme respirar. Sentía como ardían mis ojos, como se quebraban por dentro, no podía respirar, no podía respirar. Mi pecho era exprimido hasta cortar la circulación de mi saliva, raspando mi garganta por dentro. Truenos en mi cabeza, sudor que mojaba mis pensamientos. Las palabras rebotaban en mi cabeza golpeando en eco contra las murallas. Mis pensamientos no me dejaban pensar.
 Sofía me miraba tras los cristales de sus gafas, podía escuchar su corazón. Tanto empujaron sus senos , que hicieron saltar un botón que rodó para detenerse entre mis zapatos. Su piel semi desnuda. Expuesta la carne, abierta a mi mirada.
 Dos pechos perfectos, suaves, separados sólo por su respiración. Sus piernas se apretaron, y la impulsaron a recoger lo que acababa de saltar. Sentí su respiración cálida entre mis piernas, su aliento que me quemaba. Sus senos florecían por el peso, encajes negros impedían ver más allá, lucían brillantes y agitados. 
Un silencio encerró las miradas, y sentí sus manos sobre mis rodillas. Jadeaba atrapada por un
impulso incontrolable. Mi sexo empezó a emerger, mientras ella no dejaba de mirarme a los ojos y fundirme con el calor de su aliento. Acerco sus senos a mis rodillas, donde mis manos encadenaban la posibilidad de que temblaran. Sentí su piel tan cerca, rozando mis dedos, que levite sin control alejándome en un abismo donde no terminaba de caer. 
Sus manos frías , el cálido abrazo de su boca, hicieron desaparecer el tiempo y el espacio. Hilos de agua recorrían mi piel alejándome de mi. Un espíritu salvaje nacía desde mis entrañas, haciéndome florecer entre sus labios. Un torrente de fuego que me quemaba por dentro, una tempestad en mi cabeza que me empujaba al respaldo de la silla, mientras era devorado con avidez. Atrapado por su boca y sus manos, desgarrando mi piel, empujándome al precipicio, estallando una y otra vez por dentro. Cegando la razón.
Jadeos y silencios que se tragaban las ideas mojándolo todo. Un laberinto del que no lograba escapar, hizo que me alejara del espíritu volviéndome carne, un molinillo de sensaciones y placer. Mi corazón se detuvo, mi cabeza dejó de pensar y me entregué como un adicto enfermo.
Un estallido silencioso reventó en su boca, y al segundo, fui liberado por sus labios para soltar el resto entre sus senos, mientras ella no dejaba de gemir y reír, agitando mis carnes sin parar , retorciendo mi carne desgarrada por sus manos. 
Una vez más, la tibieza de sus labios envolvieron mi piel delicadamente . Escondiendo las evidencias, sin  dejar de jadear con dificultad.
 Se puso de pié frente a mis ojos, desabrochó algunos botones de su delantal, y empujando mi cabeza, dejó que mi boca se enterrara entre los encajes de las bragas. Separó sus piernas y al roce de mis labios, se corrió en mi rostro envolviéndose como un caracol, para caer pesadamente sobre mi.
Me llevaron de vuelta a mi habitación, donde la fregancia de sus piernas, aún en mi nariz, acunaban mis sueños.

Gustab, Adicto adictivo.


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