Mariposa

No sé cuánto tiempo llevamos en cuarentena, ya ni las puertas permanecen cerradas, todas están abiertas en el sanatorio. Las enfermeras tiran las pastillas y vagan por los corredores sin dirección ni asunto, nadie se protege, no quedan mascarillas , fuimos abandonados por Dios.
La rabia me consume, la impotencia me encadena, y mis demonios vagan por mi cabeza sin sentido.
Una mariposa blanca siempre llega a mi ventana, no me habla, no tiene que decir ni contar. Pero todos los días vaga por mi habitación. Hoy se posó sobre mi sexo erguido, su suave caricia al aletear me produce un cosquilleo, como si unos labios ligeramente me probaran. Me excitan sus alas rozando mi piel.... pero vuelve a volar al pequeño movimiento de mi verga, al temblar por su caricia.
Necesito follar, sacudo mi somnolencia y salgo a los corredores.  Siento las duchas correr en el baño de las enfermeras, el vapor empaña mis ojos , pero las logro ver entre vaho del salón. Todas perfectamente desnudas y blancas se acarician los cuerpos esparciendo el poco jabón que queda en el hospital. Estoy desnudo, ellas me miran sin prestarme atención, estoy excitado, mi sexo pulsa el deseo.
Al entrar en las ducha, paseo entre ellas tocándolas sin pudor... algunas ríen, otras gritan, otras devuelven la caricia con sus manos sin quitar la vista al pene que las va rozando al pasar de una ducha a otra. Me atormentan con sus sexos y senos expuestos, jabonan su cuerpo y hunden sus dedos entre sus piernas.
Las risas se escuchan como ecos lejanos, la música de Bach, acompañan los pasillos donde vagan los
locos, murmuran soledad, abandono, engaños... desvarían en sus cruces.
El demonio esta despierto entre mis piernas, se azota contra la piel de las enfermeras, mis ojos dan vueltas, se abren y cierran dejándose llevar. 
Tomo a la colorina, la de los cabellos rojos, y la empujo hasta los lavabos, tirando de sus cabellos, le empujo su cabeza obligándola a afirmarse de sus frías lozas, doblando su cuerpo hasta dejar sus nalgas a la altura de mis caderas, grita pidiendo ayuda, pero las duchas enmudecen sus gemidos. La acaricio como si fuera una obra de dios, mientras jadea y ruega. Los demonios no me dejan entender sus lamentos. Sus nalgas se hacen presa de mis azotes, ella grita, pero se deja azotar. Trata de buscar mis ojos, pero vuelvo a jalar de sus cabellos apretándola a los muros. Mis boca entra entre sus nalgas, mis labios buscan el sabor, mi legua somete a sus demonios, y finalmente cede.
El oscuro rincón, es la cadena de sus placeres, de sus infiernos y demonios. Gime y jadea apretada contra el muro. Mira con placer como las otras buscan su mirada. Las duchas se apagan, y todas desnudas se acercan para ver. Algunas se tiran en el suelo , abren sus piernas y se masturban, otras, tapan sus ojos para negarse placer. Pero todas están ahí, nadie hace nada por ella, en su boca hay deseo, y en sus ojos se ve la excitación que le produce mi boca.
Mientras las otras enfermeras se tocan, se acarician entre ellas, yo despierto de la agonía, y al verlas disfrutar, la tomo jalándole los cabellos para apoyarla en una mesa  que esta frente a ella, donde las toallas esperan hacer su trabajo. Ella se apoya sin reclamar, y mira a sus compañeras mientras se provocan placer entre ellas.
- Mételo... Mételo...yaaaah, quiero que me vean joder contigo maldito loco... - gritó excitada.
- Mételo mételo - repetían las otras.
Entonces abrí sus nalgas con mis manos y me fuí clavando dentro, mientras sus uñas rasguñaban la mesa, levantando las astillas de la vieja y maltratada, pintura verde, que cubría las roídas tablas.
El dolor era evidente, pero el placer que le causaba , era superior, y lo noté cuando las carnes se vencieron y relajaron, para dejar llegar al fondo en una embestida.
Lo que siguió, fueron gemidos de lujuria despertando aún más la obscenidad de las otras enfermeras , que formaban un gran bacanal alrededor de nosotros.




La lascivia despejaba el vapor de la habitación, disolvía en un gran espectáculo  todo lo obsceno de la escena, y por instantes, nos alejaba de la desolación y locura de una pandemia que no sabemos cuando terminará.
Los jadeos y embestidas se hacían más intensos al grito de las enfermeras, a las quejumbrosas voces del sanatorio. Vi sus orgasmos, sentí como se doblaban sus caderas, sentí como se entregaba el culo al placer y como las otras disfrutaban de ello.
Algunas se unieron a nuestro juego, disfrutando de arrancar el sabor de nuestra piel. Otras se desvanecían entre los vapores y jadeaban escondidas en la humedad.
Desperté en mi habitación, no había nada, nadie a mi alrededor, pero la humedad aún estaba fresca en mi piel... el gusto amargo de una pastilla me anunciaba la hora en que acabaría el día.
La mariposa ya no estaba, ni tampoco se escuchaba la música de Bath, las cuerdas de los violines se habían evaporado entre los muros.
- Buenas noches Gustab.- y el cerrojo de la habitación cayo para enmudecerlo todo.


Comentarios

  1. En estos días de encierro el ensueño nos libera haciéndonos sentir más allá de lo tangible; y tan cerca que hasta la propia piel exuda libidinosa…

    Un placer leerte…

    Abrazos.

    ResponderEliminar
  2. solo los pensamientos negros que nos inflaman viven lejos de la pandemia, pues su encierro sigue activo entre las cuatro paredes de nuestra loca cabeza
    (y que conste, yo también quiero follar)

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Desde la oscuridad...

Entradas populares