Siete pecados...

Los cerezos no florecieron esta primavera. Una de las enfermeras me hace sexo oral, la otra mira con lujuria escondiendo los dedos entre las piernas, parece masturbarse. Mi mirada se pierde en el jardín, la ventana abierta parece traer el frío a mi cuerpo, pero algo lo mantiene caliente. ¿Será la boca de la enfermera que no deja escapar el calor ?.
Todo esta en silencio, parece que estoy muerto, pienso en Cloé, una chica que siempre se encontraba conmigo en el café. Bebía a sorbos lentos, como queriendo guarda el calor en su cuerpo, soplaba y sorbeteaba fumando un cigarrillo mientras bebía. Siempre miraba por el escaparate buscando a alguien conocido en las calles. Como hoy, lucen vacías, pareciera que en invierno siempre están en cuarentena, que siempre ha estado un virus acechando la ciudad.
Las chimeneas de las faenas soplan el humo con locura cuando el puerto despierta, pero hoy no hay humo, ni chimeneas, parece que el puerto se detuvo en el tiempo y en la oscuridad. La soledad es Oscura y tenebrosa, una crisis económica esta por empezar. No sé cuantas pastillas puso esta enfermera en mi boca, pero parezco dormir estando en silencio. Es agradable la sensación de sus labios babeando sobre mi sexo, se esmera en llevarme a no se qué.
Cloé esperaba un rostro conocido en la calle, yo , atraer su mirada a la mía. Siempre estaba distraída y distante, esperando no se qué. 
Los dedos de la otra enfermera, se movían sin descanso violentando aún más mi cabeza, excitando mis sentidos hasta el abismo, empujando mi cabeza al precipicio. Cloé, parecía no entender nada, a veces nuestros ojos se cruzaban, pero no me miraba.
Los cerezos, están secos, les falta agua, lo sé. Pero ya no me dejan salir a los patios a regarlos , porque hay un virus suelto que podría ser fatal.  Yo podría hacerlos florecer nuevamente, sólo les falta agua y cuidados. 

Siento el calor de sus besos, su boca devorándome mientras desvarío. Sus labios son tibios y gruesos, sus senos cuelgan moviéndose a cada engullida, me excita verlos bailar. Sus nalgas son tan blancas , como las flores de los cerezos. Son duras y firmes, se separan cada vez que su cuerpo se mueve, se abren mientras la otra las mira excitada. Sus dedos la hacen temblar, sus jadeos y temblores, sueltan en el escote sus senos. Libres son llevados por sus propias manos a su boca, le chupa con afán. Parece que esta preñada, sueltan leche mientras los chupa, tiran pequeños chorros al espacio cayendo sobre sus manos que siguen escondidas bajo sus faldas. Gime y se alborota a ratos, sus mejillas se sonrojan, perece estar excitada y apunto de explotar. Su rostro muestra sus dientes apretados , muerde sus propios labios y vuelve a lamer sus senos...

Mi cuerpo no responde, sólo siento el roce de su boca sobre mi piel, luzco perdido, extraviado en el tiempo. Cloé solía murmurar palabras que escribía en un cuaderno que lucía viejo. Dicen que esas palabras se convertían en poemas. Su mirada era dulce y chispeante, pero extraviada.
Siento como sudan los dedos de la enfermera sobre mi piel, goza con cada embestida, mi sexo se pierde entre sus labios con generoso y abundante placer. Sus labios son gruesos, gruesos... parece que ya les dije eso. Carnosos, tibios y húmedos, el deseo parece haber nacido en ellos. El deseo es ella y su excitación...  Ella es pura lujuria, su boca y labios, pura gula. Su mirada, es soberbia, llena de ira... Sus dedos avaros, Lo toman todo y entregan placer sólo cuando desea tenerme, bebe de mi eyaculaciones sin compartir con la otra su sabor. Sin embargo, envidia a la otra que no necesita tenerme para sentir placer. Su vientre es suelto, sus carnes blandas, a pesar de la dureza de sus nalgas. Pereza hay en su cuerpo, aunque no deja de esmerarse en dar placer.  Pero parece llevárselo en eso, y lo hace bien.
Me darrámo en su boca, siento como tiemblo entre sus dedos que no dejan de masturbarme, el deseo y la pasión eran tan intensos, que no pude evitar correrme. 
Siento mucha tranquilidad, siento mi espíritu volar libre dentro de la habitación, la otra enfermera ajusta su vestido después de correrse sola en un rincón. Mira su espejo y me regala una sonrisa antes de salir.
Los cerezos no han florecido esta primavera, el sol cae el el horizonte , parece apagarse al tocar el mar, luce rojo y apagado. La enfermera me besa en los labios... saben sabrosos y más carnosos que nunca..
- Gustab, mi dulce gustab....
¿Porqué Cloé?... ¿quién eras tu, y porqué volviste a mi cabeza?

Gustab, delirando recuerdos.

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Desde la oscuridad...

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