La boca de María.

La gran puerta de fierro se abría, convirtiendo en carne el frío hierro... sugerentes voces, sin antes sentir las manos golosas que le hacían retorcerse del deseo, le hacían abrir la boca para dejar caer gemidos.
Lo liberaría de sus pesares, de su angustia, de todo aquello que le hacía mal... María abierta, y yo empujando con mi sexo los pestillos que no dejaban de caer... 
Jadeaba fundida en mi boca, mordía mis labios y buscaba con sus dientes arrancar el último aliento que me quedaba.... Cuando sintió que le decía a su oído cuánto la deseaba , volteó para enterrarse en mi sexo devorando la frágil piel que lo cubría, agitó las carnes para apurar la agonía, hasta derramar todo aquel ardiente liquido que no dejaba de expulsar en su garganta... cerró sus ojos guardando en su mente cada instante, cada gota, dónde no dejaba de derramarme, de poseerla... Sus piernas se separaron para dejar que su sexo se abriera en mis labios mojando con su espeso jugo mi lengua  perdiéndose en mi garganta.
Las luces del pabellón se apagaban, y todos se preguntaban dónde estaba María. Mi lengua áspera dejaba que se deshiciera la última pastilla del día.

Gustab, la boca del infierno.

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Desde la oscuridad...

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