"... En esas calles adoquinadas donde un día el amor
fue desechado, para introducirse en los callejones de la lujuria y perdición...
Mis manos liberaron su agonía para
tocarlo todo sin pudor, mientras se deslizaba bajo faldas de Ameliè e iba bajando su ropa interior. Los dedos arrancaron el
deseo a golpes suaves y caricias sedosas. Un dedo, sólo un dedo bastaba para
arrancar lamentos y gemidos de su garganta, mientras mis labios recogían con
hambre cada gota que destilaba desde el mismo corazón. El gemido se volvió
beso, ahogando los fantasmas que habían permanecido colgados en algún rincón de la habitación, mientras leía una y otra vez las letras que me había dejado entre las hojas doradas caídas del viejo nogal .
Mi deseo vestía telarañas cuando te encontré vagando por Cerro
Polanco. Los adoquines mojados por el sereno nocturno, te hacían resbalar y el
reflejo de las farolas confundía a tus ojos, seguramente no me vistes cuando
pasé justo frente a tus ojos y te fuiste conmigo a tropezar...
¿Cómo decirte lo que pasó ayer, si hoy yaces desnuda a mi lado
y sólo puedo sentir tu alma satisfecha y
tu cuerpo tranquilo respirar?...
Dormía, y una de mis
manos bajo a sus nalgas, su enagua se había subido hacia las caderas. No
resistía sentirlas desnudas. Dejé que mis manos las acariciaran suavemente con
mis dedos, mientras su piel se estremecía. Su cuerpo, se acomodó a las caricias
rezongando en delicados gemidos, sabía que le agradaría... luego, un dedo se
escabullo entre ellas dibujando la línea
que las separaba y sólo se detuvo en el sudado y rugoso espacio fragante de deseo. Disfrutaba todo el
aroma que la noche había dejado en su piel.
-Delicioso…. -
dijiste somnolienta, con ojos dormidos y al voltear para mirarme, tus senos redondos
cayeron firmes hacia los lados abriendo el escote para ser devorados por mis labios.
No había tiempo explicaciones, ni de disculpas, la deseaba tanto como el sol, después de un día de copiosa e incesante lluvia, y de haber pasado muchas noches de insomnia mirando las grietas oscuras y mohosas de mi habitación pensando en ella y en lo que había escrito para mi. Su juventud despertaba toda mi lujuria, su cuerpo era el cáliz sagrado, que a mi edad necesitaba para volver a sentir la energía pura de mi existencia sin razón. ”
Gustab, entre las piernas de Ameliè...
Y para dicha de tod@s, Gustab revivió…
ResponderEliminarBesos grandes.