La dama del tranvía...

No recuerdo cuando dejé de ser feliz, no recuerdo cuando fue la última vez que le alcance las nalgas a una mujer sólo para probar cual sería su reacción. Y aunque las he tocado toda mi vida, esas que tocaba antes por deporte, ahora, siempre actúo a la segura.
No recuerdo cuando deje de seducir con mis palabras y crear en las mujeres ese deseo oculto que esconden todas. Ellas que siempre se sonrojaban y luego soltaban una cachetada para decir que no, pero que luego se cruzaban en tu camino para que las volvieras a pellizcar.
Eso volvió a ser. Hoy se cruzó una de estas señoras en mi camino, mayor, tan mayor como seductora.
Las delgadas telas de su vestido me animaron como en esos tiempos. Al subir al tranvía, la vi del principio del vagón. Tan señora y compuesta como su facha. Me acerqué para mirarla de lejos, su delgada blusa oscura delataba la piel desnuda al otro lado de la costura. Ahí me quedé, fijos mis ojos en el escote de su vestido, y esos pezones que acusaban una excitación por esa mirada. A cada frenada del carro, sus senos temblaban como gelatinas, pero no perdían su hidalga figura. Carnosos y redondos como dos balones de basket. Era tan exquisita esa imagen que no tarde en caer en trance, mientras otros empujaban atrás para abrir espacio en el carro. Su cuerpo se fue acercando al mío produciendo temblores en mis manos, hasta que estuvo al alcance de mis manos. Sudadas por la imagen de esa mujer, deje que estas cayeran hacia abajo quedando al alcance de sus nalgas. Lo demás es sabido. No demoraron en perder la tranquilidad y se posaron delicadamente sobre sus carnes duras pero blandas a la vez, o debo decir firmes. Pude sentir como su piel se acomodaba a la forma de mis inquietas extremidades, y las dejé ser. Posada sobre el delgado vestido, la diestra fue recorriendo sus voluptuosas formas, y sin apartarse, dejo sus glúteos descansar en ella. Sentí como sus nalgas se habrían entre mis dedos, nada había entre ellas. Desnudas bajo el oscuro vestido, se dejaron acariciar eternamente, hasta que una frenada del brusco carro, dejó que estas se apretaran contra mis genitales haciéndolo crecer como aisberg que emerge del ártico mar. Sentí el roce de su carne que envolvía deliciosamente el erguido miembro oculto, también desnudo tras las telas, moda que había adquirido en Buenos Aires cercano al mar del plata, de turistas europeos que aliviaban sus maletas para recorrer el mundo de la forma más liviana y menos trabajosa. Este tiritaba entre sus nalgas, que curiosamente, como ventosas, envolvían mi sexo hasta sentir el calor de su piel. Nada demoró en tomar un curioso vaivén la compuesta dama. Las frotaciones se fueron intensificando sobre mi verga como una segunda piel, mientras mis manos distraídas iban levantando sus faldas entre el congestionado carro del tranvía. Su perfume entraba por mis fosas nasales hipnotizando mi mente que se dejaba llevar por los acontecimientos. Cada roce era una provocación para seguir adelante. Por un momento parecía que perdía el conocimiento. Y no resistí más. Mis manos se dejaron llevar, deslizándose por su ligero rozando suavemente su piel, y recorriendo sus caderas alcancé sus senos, para estrujarlos entre mis manos. Ella se apretó a mí, y sin inmutarse, llevó sus manos hasta alcanzar mi sexo embrutecido, y bajando el cierre, se introdujeron, para con ligeros apretones y caricias , hacerlo explotar en sus manos. Luego limpió el resultado en el interior de mi pantalón, hasta que unos curiosos ojos de una colegiala se clavaron en sus senos, que eran recorridos descaradamente por mis manos sin vergüenza. No demoró en voltear para soltar su mano desocupada sobre mi rostro, al momento que mi sorprendida mano se agarraba entre sus piernas para no caer, y tan bien agarrada quedó, que su cuerpo se estremeció, para soltar con sorpresa, un chorro que corrió por sus piernas.
Lo sub-realista de la imagen en el tranvía, hizo que las otras damas que iban en el carro, gritaran como locas escapando del manicomio, a la vez que sobre mí, caían una lluvia de manotazos de los supuestos caballeros que nos rodeaban, hasta dejarme caer peligrosamente sobre la loza del paradero.
Todo fue muy loco, pero la adrenalina que liberé, fue tan agradable como la sensación de haber tocado esa piel lozana de mujer llena de experiencia y seducción. Me pregunto ahora, ¿ qué estará sintiendo en estos momentos esta señora?....
El tranvía se alejó golpeando los rieles, mientras que los duros adoquines enfriaban los golpes que sentía.
Gustab, atrevido.

Comentarios

  1. Upp! Gustav, insinuante historia. Imagino que es totalmente imaginario, sino ¿te imaginas? pero tu mente vuela...
    Shanty

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  2. Hoy no hay tranvía.... pero si te actualizas...hoy tengo uno de mis pies enyesado...jajajajaja
    ¿ que crees tú?

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  3. GRACIAS POR TUS PALABRAS RODRIGO, SOBRE TODO EN EL DIA DE MI CUMPLEAÑOS. MUAKS

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  4. Un alma en pena, romántica, vagando... ¿perdido?
    Sí, si se cual es ese caudal del que me hablas, también sé dónde se esconde el deseo, ese que se derrama dejando a su paso gemidos de placer... y tú? ¿lo sabes?

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  5. La sra.del tranvía no sé qué estará sintiendo pero esta señora quedó calentita leyendo (ja, con rima y todo!)
    besos

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  6. Eras tu mi desconocido? Aquel que penetró en mi cuerpo y en mi alma en aquellos lavabos del bar? Juraste amor eterno y aunque no lo cumplas, el recuerdo de Medea acabará por volverte loco. Quiero que me sigas, quiero que te hipnoticen mis caderas, mis pechos..VEN A MI. MEDEA

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