Recuerdos de Gustab.

Era rara la sensación con la que había amanecido ese día, la cama estaba tibia, sin embargo al abrir las sabanas, el frío del departamento penetraba mis huesos. No se porque, mi cuerpo estaba excitado, algún sueño que no recordaba con claridad, me había echo retroceder a mi adolescencia, donde la imagen de la empleada de mis abuelos entraba y salia de mi cabeza. Acurrucado entre las sabanas, deje mi mente divagar, no tenia ganas de levantarme, el frío del departamento me congelaba.Con la sabana hasta el cuello, recordé un día en la casona del abuelo.
Me acuerdo que ese día, me había despertado orinado hasta el cuello, tenia miedo de levantarme de la cama por miedo al castigo. Tendría unos trece o catorce años, y el miedo y la vergüenza, me congelaban en la cama como hoy, en eso entro la nana en la habitación, y abriendo de par en par las cortinas, me alentó a recorrer el día hermoso que amanecía afuera. Desistí con la cabeza, mientras ella se abalanzaba sobre mi llenándome de cosquillas jugueteando conmigo. Al tirar las sabanas hacia atrás, la humedad de la sabana empapo sus manos. Me miró, y asintiendo con la cabeza, me dijo:
- A su tata no le va a gustar.- mi cara de vergüenza, y las lagrimas que soltaron mis ojos la ablandaron, y abrazándose a mi, me dijo que no temiera, que arreglaríamos esto entre nosotros.
El calor de su cuerpo, y el sentir sus senos sobre mi pecho, encendieron, yo creo que por primera vez mi cuerpo. Entre las telas de mi pantalón, mi sexo se endurecía, sin poder hacer nada contra eso. De alguna manera ella lo presintió, y al levantar la vista y mirar el bulto que florecía, se abrieron sus ojos como si el diablo se apareciera entre las sombras.
Muchas veces la había espiado mirando por el ojo de la oxidada cerradura del portalón de su cuarto. Muchas veces entre la tenue luz de las velas que iluminaban su figura, y la estrechez de la cerradura, había logrado ver sus senos desnudos, dulcemente bondadosos, carnes que al liberarse del sosten que las atrapaban, se descolgaban sin pudor, hasta entre temblores calmar sus rebotes. Al moverse dentro del cuarto para buscar el grueso camisòn, lograba ver sus carnosas nalgas, como aquellos que habìa visto en los cuadros de algún renacentista, como la maja desnuda, o la venus del espejo. Carnes blancas y pálidas que al verlas, me hacían sonrojar, era una bella mujer. Tan maternal, como no lo habìa sido nunca mi madre.
- Uf! el niño esta creciendo- me dijo- ya es todo un hombrecito....
Sus regordetas manos, partidas y agrietadas por los lavados de kilos de ropa de mis abuelos al frío, se hacían sentir cuando suavemente se deslizaban bajo la gruesa tela de mi viejo pantalón de franela, aún mojado por la orina de la noche.
- hummm, que celentito esta el señorito, y que duro esta esto, hummmmmmmm.....
Y su gorda mano lo rodeo con tal delicadeza, que lo hizo temblar. Como pude, torpemente metí una de mis manos por su pronunciado escote, donde las blandas carnes me dejaron entrar. Como un tonto apreté sus senos, y tiré de sus botones, aquellos que coronaban su piel. Tiré tanto de la elásticada tela, que sentí como se rasgaba entre mis manos.
- Tranquilo niño, no se apures en probar.....déjeme a mì.- me dijo entre risas, y tiro de un hilo, que sin esfuerzo alguno, libero su pecho, hasta dejarlo que se posara sobre mi boca, y tomándome del mentón, me repitió...
- Tranquilo mi niño, no vayas a morder, deje que sus labios beban como los de un bebe...
Mientras yo chupaba sus rozados pezones, sus ásperas manos tiraban del cuero de mi sexo, que sin aguantar la maniobra, lo sentí explotar... como si me volviera a orinar. Ella apretó con fuerza, y sin dejar de tirar, lo agitó repetidas veces, hasta hacerlo endurecer nuevamente, ya el liquido había brotado caliente, e hizo que la caricia, fuera más suave.. Yo enloquecido por la sensación, metía mis manos temblorosas y torpes entre sus piernas, mientras ella apretaba sus muslos tratando de impedir la desfloración de sus deseos, hasta que alcance a tocar sus crespos y cortos cabellos que cubrían su pudor, y entre tibios y suaves líquidos que brotaban entre sus carnes, mis dedos fueron apresados por una suave, pero mojada piel, que no alcanzaba a imaginar como sería. Resbaló por los bordes de la cama entre gemidos, separando el deseo de la razón, y llevó a su boca mi sexo para hacerme caer en una sensación que llenó de estrellas mi cabeza, haciéndome caer en un estado casi de inconsciencia, para luego explotar una vez más, mientras mi corazón agitado se apretaba impidiéndome respirar, y solté entre quejidos, una grata sensación, donde todos mis sentidos se confundieron creando uno sólo general. Sus labios recogieron hasta la última gota que brotó de él. Me dio un beso a la altura del ombligo, y sin dejarme reaccionar, se levantó, para sacar unas sabanas del alto ropero, subiéndose en una banca de madera que había en mi habilitación, donde agachándome, vi como sus piernas brillaban con la humedad que escapaba de su viejo calzón, que metido entre sus nalgas, dejaba escapar algunos rizados y negros vellos que brillaban al llegarles la luz.
- Ya puè, ya tubo suficiente por hoy, ahora vaya a preparar el agua para que se bañe, ligero le traigo el agua....
Mi mano se quiso meter por entre sus piernas una vez más, pero ella apretándolas, y golpeando mis manos con las suyas, me hicieron retroceder...
El sol que entraba por las ventanas de mi departamento, y el aroma que subía del café que estaba justo abajo, me hicieron despertar de mis recuerdos, mientras mis manos humedecidas, soltaban mi miembro, para estirar mis brazos y levantarme con una gran sonrisa en mis labios.
Al mirar por la ventana, una mujer que pasaba por la calle, me hizo recordar, que en una de esas escapadas que hacía a la pieza de mi nana, una vez mi abuela había entrado sin golpear, encontrando a su empleada desnuda en la habitación, mientras yo infructuosamente me trataba de esconder bajo las asomagadas sabanas de el viejo catre de bronce, donde dormía la mujer que me inició. Ese día, aunque había amanecido frío, los recuerdos me habían echo entrar en calor.
Gustab

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Desde la oscuridad...

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