La séptima grada. (El infierno de Dante).

"Desde la puerta del Purgatorio, Virgilio guía a Dante a través del peregrino sus siete terrazas. También es elaborado principalmente a partir de La teología cristiana, y no de las fuentes clásicas. El núcleo de la clasificación se basa en el amor, con las primeras tres terrazas del purgatorio en relación con el amor pervertido dirigido a los daños reales de los demás. La terraza de la cuarta se refiere al amor deficiente (es decir, la pereza o acedia), mientras que las últimas tres terrazas se relacionan con el amor excesivo o desordenado de las cosas buenas (como la lujuria)."
En la séptima grada, detrás de su silueta, de figura tímida, semi oculta en su propia sombra, una mujer empapada de lluvia de grávida morbosidad, permanece rígida, a la espera de aquel tibio mástil tembloroso en  neurótica felación. 
Sus manos húmedas por el temblor, mecen el falo erecto, herencia de antepasados, compañero inestimable de improvisada expresión.  Comienza a moverse, jadeante entre los latidos de sus arterias lanzadas hacia el exterior en preludio desvarío de delirio. Desde lo más profundo,  evocando el amplio espejismo de la erección, suministra ventiscas de ardiente fogosidad, palidecida ante estructuras venosas, crece frente a los ojos de la mujer rígida por la impaciencia.
Colores ardientes, reflejos y acuarelas, con matices difusos en el lienzo de la  lluvia empiezan el  último movimiento. Almas arrepintiéndose de deseo mal dirigido, sexual. Se ejecutan a través de las llamas gritando lujuria, castidad e infidelidad marital.
Ella se arrodilla con los brazos extendidos, clavando la mirada en el sexo ardiente del otro, buscando el sentido de la mortal existencia, de su pasajera vitalidad. Un grito lastimero quebranta el silencio, la armonía, un alarido jamás escuchado por el prudente oído, desprovisto de delicadeza. Absorbe el tallo del adolescente, vertiendo los flujos histéricos, enajenados por su eyaculación. Entre despertares que avivan el estímulo, inducido  a seducir al extravagante.
Moviéndose en su boca, evoca la dosis de adrenalina, para relajar los músculos y evadir el afecto, con deseo de ser poseída.
En un paisaje de moléculas, se pierden en jadeos sin control, adaptados a las cavidades, vagando entre las sábanas de lluvia y húmedo ardor.
Los amantes en busca de la perfecta pasión, de la ternura,  se piensan reos del tiempo virtual, estable y en desequilibrio de la razón sin razón.

Gustab, más cerca del infierno.-

Comentarios

  1. Gustab, cada día cercando el infierno de la lujuria, y qué bien que sea así.

    Regreso de mis vacaciones y me alegra leerte. Erotismo en vena. Un abrazo

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