La bella morbosidad. (Sexto recinto; En la sexta Bolgia).

"Sexto recinto: En la sexta Bolgia, los poetas encuentran a los hipócritas, que llevan aparentes capas doradas que resultan ser de plomo, de manera que los hacen andar inclinados bajo su peso. Se simboliza su falsedad contrastando la apariencia dorada que los hipócritas muestran, con un interior innoble, agobiado por los malos pensamientos. Con evidente contrapaso están crucificados en tierra, en medio del camino, de modo que los hipócritas que caminan por el círculo los pisan a su paso."
Observé las caderas de Rosette, su esbelto cuerpo se apoyaba en el alto respaldo de la silla para poder ver mejor el cadalso, donde se ejecutaría a un reo, a un desconocido cristiano. Ella empezó a balancear las caderas jugando con mi deseo, con la morbosidad del momento, como la del gentío al ver la ejecución. Pero, esta vez, aplacaría, el ardor que amenazaba con explotar dentro de mi pantalón.
Me acerqué a ella y, muy despacio, le subí la falda, las enaguas y el resto de prendas hasta dejar sus nalgas al descubierto. Ella no dijo nada y comprendí que ella deseaba lo mismo. Las acaricié mientras ella las hacía danzar al roce de mis dedos.
Aquellas prietas redondeces, escondían un mundo que quería descubrir. Con el pie, le abrí las piernas, quería verla en todo su esplendor. Mis manos se dejaron llevar. Ascendieron con lentitud por los muslos de Rosette, hasta llegar al mismo centro de placer.
Al sentirme, clavó las uñas en la madera del respaldo de la silla, donde su marido miraba con ojos expectantes, el gran evento. Llevé mis dedos hasta atrapar con osadía el pequeño botón de carne sonrosado y juguetee con él, mientras observaba cómo ella intentaba disimular los estremecimientos que le provocaban mis manos.
Notaba como el ardor de ella le recorría la espina dorsal ante el miedo a ser descubierta y el placer a dejarse amar, delante de las narices de su esposo.
Liberé mi sexo detrás de las cremalleras que me cubrían, requería de inmediato una satisfacción como la que reclama un retado a duelo. Apreté con fuerza las dos redondeces de Rosette y entré en el interior de su sexo con tanta facilidad, como si envainara una espada.
La humedad de ella era tentadora. Durante un instante, dejé que sintiera la forma y dureza de mi sexo entre sus piernas, sabía que los dos deseábamos cabalgar en el prado de la pasión sin miedo a las consecuencias, pero era tan excitante tenerla así, que noté como llegaba hasta el límite de sus profundidad, de su morbosidad ante tales espectáculos y las sensaciones que en ella provocaba.
Comencé la embestida, justo cuando el primer latigazo caía sin piedad sobre el cristiano castigado, mientras sus gritos rebotaban en las paredes que rodeaban el cadalso. El grito de Rosette se confundió con el del cristiano que era molido a latigazos. Ella gritaba de éxtasis con cada uno de ellos y sus gritos eran acallados por las voces del gentío que gritaba por más.
-Uno !!!!!!
Reanudé un segundo ataque sobre Rosette. Esta vez, las piernas de ella se cerraron de éxtasis, pero la obligué a abrirlas de nuevo.
-Dos !!!
Acometí de nuevo, me sentía como un semental.
-Tres!!!, otro, otro-gritaba el gentío con fervor...
-Cuatro !!!
No llegaría al quinto latigazo sin antes derramar mi esencia en el interior de Rosette, pero decidí alargar
su agonía, ella tampoco aguantaría mucho más. Noté cómo había vibrado al sentir mi sexo dentro de ella. No pudo contenerse, al salir de ella, se retorció como una anguila fuera del agua. Pero, aquel bello panorama, aquel mundo prohibido de Rosette, no había terminado de ofrecerme todas las cosas que quería descubrir.
Con el dedo meñique, húmedo por los jugos de Rosette, acaricié la cavidad inexpugnable de ella. Aquella pequeña cueva misteriosa, se dejaba hacer con descaro. Entraría, descubriría sus secretos y, después, me quedaría la satisfacción de ser el primero en conquistarla.
Con tranquilidad, lo introduje el dedo y Rosette palpitó de deleite. Pequeños temblores le recorrían el cuerpo.
Delante de ella, el buen hombre, no sospechaba que, cuando su esposa se aferraba a su hombro con desesperación, no era por miedo a la ejecución ni por la emoción que le producía. Pero eso enardecía la hombría del pobre anciano y aumentaba la mía.
Introduje un segundo dedo y aquella cavidad de terciopelo, se tensó, como si estuviera a punto de derrumbarse. Pero necesitaba más, y aquella ocasión de placer era demasiado tentadora para no aprovecharla.
Introduje un tercer dedo, justo lo necesario para que ella se acostumbrara al viajero que pronto se adueñaría de su oscura virginidad, la que nunca había sido conquistada por nadie. Aunque estaba preparado y esperaba el momento, tanto como el verdugo con el hacha. Con una decisión tan mortal como la del ejecutor, penetré el virginal hueco abierto a expuestos y nuevos placeres de la señora Qamár hasta el fondo, arrancando lagrimas de sus ojos y un ahogado gemido de su boca.
La estrechez de Rosette, era un martirio y un deleite, la agarré con fuerza por las caderas y arremetí con ímpetu, mientras el hacha caía sobre la cabeza del cristiano enloqueciendo a la multitud, hasta que el placer nos alcanzó a los dos mojándolo todo. Un grito de algarabía salía de sus labios, mientras sus dientes permanecían apretados. A la vez , que el gentío celebraba, ahogándolo entre los gritos de la multitud.
Aún jadeaba de placer, cuando al darme la vuelta para salir de ella y simular, sus faldas se acoplaron como si nada hubiera ocurrido. Ella respiraba con dificultad, sus piernas temblaban aún y se movían buscando acomodar la pequeña prenda de vestir, que cubría su sexo, yo mirándola a los ojos, ayudaba a su marido a levantarse de la silla mientras él me explicaba explicaba el placer de una nueva ejecución.
– Dentro de un mes ejecutarán a otro reo. nos acompañarás supongo????.- entusiasmado me explicaba de estos nuevos placeres.-La bella morbosidad de la ejecución en público, no tiene punto de comparación ni excitación, y hasta la más señorita, desearía entregarse a ese placer, aunque fuese sólo una vez en su vida. No es así querida???.-


Cuentos de Gustab (divina comedia).

Comentarios

  1. Ese final es de infarto. Muy bueno. Me encantó la cadencia del texto y ese final apoteósico

    Un abrazo

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  2. Para mi es demasiado descriptivo
    Me gusta más lo que seduce
    que ver la realidad cuando lo leo.
    De todas manera el texto es bueno

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