"En un viejo almacén......".

Clareando el día, después de una noche azarosa en el burdel, retorno a casa, con un dejo de nostalgia y un algo de sabor a sexo en mi boca. Amargo, pero tibio. Mis labios lucen violeta después de beber del amargo vino que te ofrecen. 
Las chicas te despiden con un langüeteado beso sugerente. Otras más atrevidas te agarran de los genitales para preguntarte, si ha quedado tranquilo.
Al bajar por las solitarias escalinatas, un suave sabor a café recién hecho, te ataca los sentidos. Entro al café y pido un Bonafide, amargo como la boca de Isabel, después de cumplir mis más oscuros  deseos. En el café dos cristianos conversan con silencios repetitivos, casi como un monólogo eterno y sin esperanza, no puedo evitar seguirles la conversa... Cabisbajo, parecía uno de ellos hablar sólo, el otro, apenas levantaba los ojos del tazón... más o menos así.
"La idea era no caer en la nostalgia, los golpes bajos de la melancolía, las referencias a la ODIOSA PIQUETA y el PROGRESO más o menos CIEGO, SORDO pero no MANCO. En fin, que a las dos de la madrugada del último viernes de abril entre los pedazos de Independencia hacia el bajo, la nostalgia se hacia sola, el Viejo Almacén, era un farol que en la esquina de Balcarce parecía un tango demasiado cansado.
En los últimos años, un lugar de Buenos Aires, el Viejo Almacén, es el estuche de Rivero, su casa,
siento que es como si estuviese tratando de distraer a un hombre con una profunda pena hablándole de otra cosa. Pero acaso no sea así: Rivero no está ni siquiera triste, sólo, abstraído, un poco absorto en algo que desconozco, una cierta melancolía no sentimental, si se pudiera decir. Trato de explicar que no pienso hacerle una nota al fin del Viejo Almacén, que ya las han hecho otros y muy bien, ...asiente, me dice que sí, pero que en lugar lamentarse habría que hacer algo para evitarlo, la demolición, claro. - ¿ Y cual es la situación en este momento ? - Nada, todavía no sabemos nada. Lo que sí, mañana viene la topadora a voltear el Unión y toda la vereda de enfrente. Y así se queda, silencioso.
Durante toda la charla tendré la sensación de que está como ausente, lejano, abstraído en otras cosas. y no dejé de sentirme algo extraño al terminar la tarea y buscar el Bajo con el grabador pendiente del brazo. El hombre (Rivero) que acababa de pedirme disculpas porque debía ir a cantar, recibía los primeros aplausos de un público cambiante e incondicional de turistas y parejas provincianas, tangueros de ley y huéspedes de convenciones;
El Viejo Almacén tenía todavía una noche más bajo la sombra ominosa de la máquina municipal. Y el que suscribe comprendió que había tocado algo, tanteando una zona oscura de la que no sabía el nombre."  
-Perdón,- dije - ¿cuál es su nombre?... - de pronto sentí o me pareció escuchar algo...
- ... Juan Sasturian.
Nunca entendí si me hablaba a mi o al que se sentaba frente a él. Sólo me parecía interesante lo que decía.


Gustab... de las lineas de Juan Santurián.

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