Virus

El virus sigue ganando terreno, cada día se expande como una red atrapando a todos a su paso, hoy dos de este pasillo dejaron de gritar, no hay lamentos, ni llanto... todo luce lúgubre, oscuro, ya nadie rasga las puertas ni pide ayuda, el silencio cubre cada rincón. Las enfermeras y doctores visten de palidez, sus trajes parecen más oscuros y sus rostros muestran el cansancio. Lejos de sus familias sueñan con volver a sentir. 
Las enfermeras se desnudan en los pasillos después de ver a los pacientes, se llenan de angustias orando que no estén contagiados. Sus cuerpos son hermosos y rozados, huelen a alcohol, sus fragancias ya no les pertenecen, gimen , lloran en los pasillos pidiendo un día más. Sus cuerpos son rozados, su ropa interior se marca en su piel, de un estado de rebelión, de movimientos sociales , pasamos a un estado de emergencia por una pandemia,, a un virus rebelde que acabo con todas las demandas, de la locura a la irracionalidad, de un pueblo unido con sueños de cambiar a un país, a un país desarmado y sin futuro. Las bolsas caen en el mundo dejando nuestra estima por los suelos, no somos nada, el egoísmo y el sálvese quien pueda, ocupo todos los pasillos del hospital.
Aún así sus cuerpos son hermosos y sensuales, sus senos agitados, sus nalgas blancas, lucen majestuosas y mi cabeza da vueltas por la excitación. Sus pubis crespos y negros, algunos claros excitan todo a su paso. Sus senos se coronan de pezones erectos y duros por el frío y la excitación. La locura se apodera de mi cabeza, gimo y susurro a su pasó, Estela no esta. y sólo las arañas que cuelgan en un  rincón de la habitación me acompañan en mis pesares y deseos.
Vuelvo a sentir sus dedos, sus cuerpos lucen agitados... llevan días sin tocar a nadie con deseo, pero lo necesitan, lo sé. Las pastillas ruedan por el suelo, las cerámicas frías y duras dejan sentir el rose de las pastillas sobre el suelo. Una de ellas desnuda, las recoge una a una, cada vez que se agacha para levantar una, sus sexo se abre ante mis ojos, rozados, y oscuros hacia el interior, la vista es exquisita. 
Ellas saben que las miro, y entre sonrisas fingidas y coquetas me guiñan un ojo invitándome a disfrutar. Entonces me apoyo en la puerta de metal y me deslizo dejando resbalar mi espalda por el frío metal, entonces río de locura. y dejo que mis manos se pierdan en mi pantalón de loco, las delgadas telas facilitan todo.
Doy vueltas en mi habitación con  una erección que no alcanzan a esconder mis deseos, algunas se asoman para mirarme por el rabillo de la puerta, susurran palabrotas groseras que me excitan aún más, ellas saben como soy y porqué estoy aquí. Detrás de cada pastilla siempre había una que abusaba de mi inconsciencia, algunas más que otras, siempre lograban una erección, unas sólo disfrutaban el placer de masturbarme, y otras llegaban más allá. Bajar la erección se les hacía fácil, y a veces, volvían a provocarme con el calor de sus carnes, una y otra vez, hasta sentir un vacío en el dolor de sus aberraciones que no dejaban de seducirme. 
Hoy la habitación parece más pequeña, o mis pasos son más largos, o mi angustia me acorrala entre estos cuatro muros que no dejan de murmurar.
El sol se cuela entre los barrotes, me acomodo para recibirlo en un rincón, es el único momento cálido del día en esta celda dónde se encierran mis locuras y deseos empujándolo todo hacia un abismo sin retorno. 
A esa hora entra la gorda a mi habitación, deja caer una pastilla en mi boca y espera a que esta haga
efecto mientras mantengo la erección. Sus senos son gigantes y cubren mi boca hasta ahogarme, y sus gruesos dedos se apoderan de mi verga como si fuera de su propiedad. Ella abre sus piernas para que mis manos se inmovilicen , mi mano queda atrapado entre las carnes de su vagina que no deja de agitarse para provocarse un orgasmo. Soy su presa, mi sexo es agitado por sus gruesos dedos, y cuando esta por estallar, lo engulle con sus labios reteniendolo en su boca hasta saciar su sed.  Luego lo deja al alcance de sus ojos para observarlo mientras vuelve a su normalidad.
Mi cuerpo luce desnudo recibiendo la luz del sol, el calor me adormece, y vuelvo a soñar con aquella que recogía las pastillas en el corredor. Esa que separaba sus nalgas, para sentir que la deseaba aún más, dejando todo a la vista y mis deseos a su imaginación.

Gustab, y el virus que esta dentro de mi. 

Comentarios

  1. Gracias por tu visita, y desde luego que este virus que mata y hiere se aleje de nuestra vidas ..Tu relato tiene ese toque de locura que aun en tiempos difíciles el sexo esta presente .
    Un saludo .

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  2. creo que se me daría bien asistir de enfermera en la locura que tragina Gustab y otros muchos como él

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Desde la oscuridad...

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