A Shang Yue, la perla de oriente.

Había decidido salir del puerto para respirar otros aires. Entonces decidí visitar caleta Quintay, buscando un medio diferente para inspirar mis letras. Ahí se faenaban ballenas y la caleta que rodeaba el lugar, además del caserío, parecía un paisaje belicismo para salir de los típicos , que adornaban mis historias. En el lugar, habían muchos inmigrantes de distintas partes del mundo, lo que también aportarían a cambiar los personajes que acompañaban estas historias, además, en ese lugar vivía una mujer que había llegado de oriente a probar suerte en Valparaíso, sin embargo, la gran competencia de grandes y pequeños restaurantes en el puerto, le habían llevado hasta este lugar, en la caleta de Quintay. Aprovecharía entonces a probar comida china, que hacía tiempo no degustaba, y que por cierto, había inspirado algunos relatos en mi juventud. 
Al entrar al local, alcance a ver a esta hermosa y atractiva mujercita, Sang Yue, tras un mesón viejo y roído. El pequeño restaurante, no dejaba de mostrar ciertos aires de oriente, hasta me hizo recordar, esas noches de opio en Europa, donde entre cortinajes rojo sangre de suave terciopelo, separaban los ambientes para aquellos que querían disfrutar de un momento de distensión consumiendo esta droga en hermosas botellas de color y de donde varias bombillas, permitían a muchos fumar compartiendo locas experiencias. Sus cabellos estaban tomados simulando la cola de un caballo, lo que me hizo en cierto modo rememorar a Ameliè, la chica francesa, pero esta era mucho más salvaje. Llevaba un vestido de seda de suave y recta caída, que dibujaba su delicadeza y extraña sensualidad ... sus senos, dibujaban los pezones bajo los finos hilos con exquisito detalle, hasta el punto de excitarme con su sola presencia.
 En las alacenas y estanterías, habían especies, traídas del lejano oriente, variados condimentos y semillas , dando un aroma y ambiente a la situación, haciéndola aún más embriagadora.
Aprovechando la soledad, además de la hora, que era de siestas para los cristianos del lugar y del calor que hacía, aproveché para entrar y recorrer el pequeño almacén y restauran que me invitaba  a seducirla.
Aunque parecía desconfiada, sentía que sus ojos me miraban con mucha intensidad, bajando la vista cuando se encontraba con los míos. Entonces caminando entre mesas y alacenas, recorrí el lugar hasta acomodarme para quedar justo tras de ella. Al sentir el aroma de su piel, despertó mi cuerpo haciendo vibrar si sexo bajo el pantalón, sentí un increíble deseo de acercarme a su cuello, y sentir su aroma más de cerca. Pude notar que la fragancia era una mezcla de sándalo, clavos de olor, comino, cúrcuma y curry.
Estiró las cejas, miro el escote donde sus senos empezaban a endurecerse y sus pezones a tomar la exquisita forma de una campanilla, desde su cabeza caía una gota de sudor y deseo que se perdía en el escote entre sus pechos, temblaba, mientras mi nariz rozaba delicadamente su delgado y largo cuello apenas tocando su piel . Fue cuando mis manos, decidieron fluir por su cuerpo y perderse en los rincones de su carne donde al paso de mi dedos erizaban los vellos de su piel..
 Su vista, no dejaba de mirar todo el local y observar si alguien podría entrar. Sin Embargo no se movió, estaba dándome la espalda mientras sus parpados caían de vez en vez entregados a la situación que estaba viviendo. Armado de valor y descaro, metí la mano por debajo de su vestido, y con la otra disimulaba buscar en la alacena cualquier cosa a mi alcance, simulando lo que en mi inerior estaba pasando. Ella no se inmutó, se dejó acariciar a placer. Ambos mirábamos hacia la entrada del local y nadie aparecía. Mi mano se deslizaba por sus muslos delicados acariciando repetidamente sus glúteos por encima de las bragas. Puse mi mano suavemente sobre su sexo, hasta deslizarla entre sus labios, sentí como temblaba de excitación, sacudiendo sus caderas y cerrando sus muslos a tiempos y compases que le inspiraban mis dedos. Sin poder contener más mi deseo y excitación, la hice a mi, intentando que ella abriera sus piernas, mientras mis dedos se perdían entre ellas y así poder llegar a introducirlos, para sentir la suavidad en su interior. Ella seguía dejándose llevar, gimiendo mientras sus labios vibraban en silencio, empezó a jadear conteniendo y ahogando esos gritos que no podían escapar de sus labios.
Una mujer entró al local repasando el menú que estaba sobre el mostrador, sin notar nuestra presencia. Cuando notó Sang Yue, que mi dedo abría los pliegues de su sexo y entraba libre por la humedad que se derramaba desde su interior, quebró su espalda conteniendo un orgasmo inminente. La campanilla del mesón la hizo despegarse bruscamente de mi mano, y bajando sus faldas, corrió a atender a la mujer, tomó su pedido y le pidió que volviera en 15 minutos más.
Antes que la mujer saliera, le tomé de una mano y la atraje nuevamente hacia mí, quería seguir con lo que habíamos dejado a medio camino. Suplicó que la dejara, me dijo que necesitaba trabajar; pero ya era tarde , nuestros cuerpos habían despertado al deseo y nada podría volver a atrás, de un tirón la aferré a mi cuerpo, cogiéndole por la cintura y la besé en la boca, donde mi lengua locuaz , no permanecía quieta en ningún sitio, buscando el contacto de la de ella saboreando el placer que sabía le producía y le excitaba.
Las manos de ambos no permanecían sordas; parecía que ambos sabían que el tiempo apremiaba y no querían perderle. De un giro brusco, la puse de espalda y hacia la pared, subí el vestido empinando sus nalgas y bajé para lamerle el sexo donde el néctar, corría entre sus piernas marcando las telas de la delicada prenda de seda que le protegía. Mis manos, empujaron entre sus piernas, para acariciar por encima de las bragas blancas con cinturilla de encaje mojado por el deseo. Ella , jadeaba y gemía complacida... extasiada. Entonces se las bajé y ella ayudándome a quitarlas, movía las piernas para facilitarme las cosas. Las bajé hasta sus rodillas, para emerger entre sus piernas y comerle el bulbo abierto  introduciendo mi lengua a impulsos. Húmeda, emanaba fluidos desde el centro de su alma, aumentando aún más el lívido de la asiática. Sang Yue, se puso en pompas, semi horizontal, apoyada sobre el mesón, con las nalgas abiertas y abrió aún más las piernas para suplicar que le entrara con violencia, facilitando todo con esa posición. Tomando mi sexo, lo colocó ayudándose de su mano  y la clavó con un impulso brusco, empujando todo su cuerpo hacia mi. Entregada al deseo, empezó a mover sus caderas mientras yo embestía entre sus piernas, empujando sin parar.
No  podía sujetar las ganas de gritar por el placer que estaba estaba sintiendo, por lo que le tapé su boca con la palma de la mano, mientras la seguía enculando. Justo en el mismo momento que iba a explotar, volvió a entrar la mujer, y al verla Sang Yue, soltó un orgasmo entre delirios y jadeos de placer, arrancando mi sexo y haciéndome acabar encima de sus nalgas abiertas, y en su desesperación por salir, tropezó cayéndose encima de un montón de barreños y palanganas que se encontraban detrás del mostrador, formando un desorden y estruendoso ruido ante el rostro de la sorprendida mujer. 
Salí corriendo del local semi desnudo, hasta desaparecer entre los botes. Aún después de un día, el olor del flujo de Sang Yue permanecía en mis labios…

A Sang Yue.

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